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Ser mejor equivale a haber cambiado muchas veces. -Neil Gaiman

5 nov 2013

Libro: Mitología Nicaragüense

Libro gratuito


Literatura nicaragüense

Acerca de este libro, Álvaro Urtecho (q.e.p.d), quien lo prologa, afirma: “esta obra admirable es nada menos que el primer intento riguroso de fundamentar una filosofía del mito en nuestro país...” Y esa es ya razón suficiente para animarse a leerlo.

Es, desde luego, una contribución al conocimiento y comprensión de nuestras raíces, y por esa razón también es una de esas obras que todos los nicaragüenses deberíamos leer alguna vez. Lástima que textos como estos estén por ahí casi escondidos, cuando deberían estar disponibles en todas las pequeñas bibliotecas de las escuelas e institutos del país, además de ser material de estudio o al menos de obligada lectura para los estudiantes y maestros. Probablemente así, tendríamos una “Fiesta de los Agüizotes” menos permeable a la crítica del fanatismo religioso o a la influencia comercial que promueve tradiciones foráneas como Haloween.

El autor, Eduardo Zepeda-Henríquez, ha obsequiado la versión digital de este su libro "Mitología Nicaragüense" a la Revista de Temas Nicaragüenses, para que pueda ser descargado gratuitamente desde la sección “Libro del mes” de su página Web: http://www.temasnicas.net/mitologia.pdf

A continuación, unos poquísimos párrafos extraídos del capítulo dedicado a la leyenda de la “Carretanagua”, para hacernos una idea de su contenido:
 
Carreta nicaraguense
Fuente de la Imagen: Revista de Temas Nicaragüenses
“La carreta nicaragüense representa la edad antigua en la formación de nuestra nacionalidad mestiza, o acaso, la mayor antigüedad del progreso en aquella tierra. Porque la vida agrícola de Nicaragua comenzó a rodar, esto es, a progresar por medio de las ruedas de la carreta. La carreta dice, cuando menos, “acarreo” y camino “carretero”. Suponía, pues, un auténtico adelanto en el transporte de los productos de nuestro campo, y también una vía, por supuesto, más expedita que el sendero —camino propio de la “fila india”— e, incluso, que la cañada. Se dijera que la carreta “descargó” a nuestros indígenas y les hizo, a la vez, comerciantes “agresivos”; vocablo hoy tan en boga, cuya raíz latina es “gradi”, que significa “andar”, y la cual, curiosamente, se halla asimismo en el término “progreso”, como que “gradación” y “progresión” dan, al unísono, la idea de avanzar de grado en grado...

La verdad es que somos un pueblo fronterizo entre las realidades y los mitos. Por eso, de seguro, nos inventamos la Carretanagua; una carreta fantasma, que es como la sombra de nuestra carreta. “Nagual” o “nahualli” quie­re decir “brujo”. De ahí que esa carreta mitológica sea, substan­cialmente, una carreta embrujada que salía por las noches, haciendo un ruido infernal, antes de que llegaran a nuestras calles el asfalto y los nuevos adoquines. Y adviértase que el mito de la Carretanagua es, sobre todo, auditivo, como que los vecinos de nuestras ciudades, ya asustados por el estruendo, casi no se atrevían a contemplar el paso de aquel espectro. En realidad, las calles nicaragüenses eran entonces empedradas, con unos cantos tan irregulares, que se llegó a decir que la Carretanagua tenía, al parecer, las ruedas cuadradas. Pero el caso es que sólo la fe mítica pudo dar, en Nicaragua, con esa ver­dadera cuadratura del círculo.

Aquel pueblo es muy poco marinero, como puede indicarlo el eterno abandono de nuestros viejos puertos en dos océanos. Pero sería más exacto decir únicamente que sí somos, en cam­bio, marineros de agua dulce. Y la prueba es que el mito de Cifar, navegante del Gran Lago —en los versos de Cuadra—, es nuestro único mito literario embarcado. Allí, en ese poema, sur­ge un barco fantasma; imagen nada corriente en la credulidad de nuestro pueblo, por lo cual dicho barco resulta, entre nosotros, doblemente “fantasma”. Y así cabe pensar que la Carretanagua, inédito fantasma de carreta, puede ser la versión popular nicara­güense de ese barco espectral —y ya clásico en tantas latitu­des—, a falta de un soporte marino auténtico en las vivencias de aquel pueblo o, mejor, en el fondo milagrero donde nacen las imágenes. Además, la ecuación carreta-barco no es nada nuevo, pues se sabe que, en principio, las carrozas de carnaval eran carretas engalanadas que, justamente, fingían formas de nave”.


Recomendamos ver: Revista de Temas Nicaragüenses



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