Literatura nicaragüense
Acerca de este libro,
Álvaro Urtecho (q.e.p.d), quien lo prologa, afirma: “esta obra admirable es nada
menos que el primer intento riguroso de fundamentar una filosofía del mito en
nuestro país...” Y esa es ya razón suficiente para animarse a leerlo.
Es, desde luego, una contribución al conocimiento y
comprensión de nuestras raíces, y por esa razón también es una de esas obras
que todos los nicaragüenses deberíamos leer alguna vez. Lástima que textos como
estos estén por ahí casi escondidos, cuando deberían estar disponibles en todas
las pequeñas bibliotecas de las escuelas e institutos del país, además de ser
material de estudio o al menos de obligada lectura para los estudiantes y
maestros. Probablemente así, tendríamos una “Fiesta de los Agüizotes” menos permeable a la crítica del
fanatismo religioso o a la influencia comercial que promueve tradiciones
foráneas como Haloween.
El autor, Eduardo Zepeda-Henríquez,
ha obsequiado la versión digital de este su libro "Mitología
Nicaragüense" a la Revista de Temas Nicaragüenses, para que pueda ser
descargado gratuitamente desde la sección “Libro del mes” de su página Web: http://www.temasnicas.net/mitologia.pdf
A continuación, unos poquísimos párrafos extraídos del
capítulo dedicado a la leyenda de la “Carretanagua”, para hacernos una idea de
su contenido:
“La
carreta nicaragüense representa la edad antigua en la formación de nuestra
nacionalidad mestiza, o acaso, la mayor antigüedad del progreso en aquella
tierra. Porque la vida agrícola de Nicaragua comenzó a rodar, esto es, a progresar
por medio de las ruedas de la carreta. La carreta dice, cuando menos, “acarreo”
y camino “carretero”. Suponía, pues, un auténtico adelanto en el transporte de
los productos de nuestro campo, y también una vía, por supuesto, más expedita
que el sendero —camino propio de la “fila india”— e, incluso, que la cañada. Se
dijera que la carreta “descargó” a nuestros indígenas y les hizo, a la vez,
comerciantes “agresivos”; vocablo hoy tan en boga, cuya raíz latina es “gradi”,
que significa “andar”, y la cual, curiosamente, se halla asimismo en el término
“progreso”, como que “gradación” y “progresión” dan, al unísono, la idea de
avanzar de grado en grado...
La verdad es que
somos un pueblo fronterizo entre las realidades y los mitos. Por eso, de
seguro, nos inventamos la Carretanagua; una carreta fantasma, que es como la
sombra de nuestra carreta. “Nagual” o “nahualli” quiere decir “brujo”. De ahí
que esa carreta mitológica sea, substancialmente, una carreta embrujada que
salía por las noches, haciendo un ruido infernal, antes de que llegaran a
nuestras calles el asfalto y los nuevos adoquines. Y adviértase que el mito de
la Carretanagua es, sobre todo, auditivo, como que los vecinos de nuestras
ciudades, ya asustados por el estruendo, casi no se atrevían a contemplar el
paso de aquel espectro. En realidad, las calles nicaragüenses eran entonces
empedradas, con unos cantos tan irregulares, que se llegó a decir que la
Carretanagua tenía, al parecer, las ruedas cuadradas. Pero el caso es que sólo
la fe mítica pudo dar, en Nicaragua, con esa verdadera cuadratura del círculo.
Aquel pueblo es muy
poco marinero, como puede indicarlo el eterno abandono de nuestros viejos
puertos en dos océanos. Pero sería más exacto decir únicamente que sí somos, en
cambio, marineros de agua dulce. Y la prueba es que el mito de Cifar, navegante del Gran Lago —en los versos de
Cuadra—, es nuestro único mito literario embarcado. Allí, en ese poema, surge
un barco fantasma; imagen nada corriente en la credulidad de nuestro pueblo,
por lo cual dicho barco resulta, entre nosotros, doblemente “fantasma”. Y así
cabe pensar que la Carretanagua, inédito fantasma de carreta, puede ser la
versión popular nicaragüense de ese barco espectral —y ya clásico en tantas
latitudes—, a falta de un soporte marino auténtico en las vivencias de aquel
pueblo o, mejor, en el fondo milagrero donde nacen las imágenes. Además, la
ecuación carreta-barco no es nada nuevo, pues se sabe que, en principio, las
carrozas de carnaval eran carretas engalanadas que, justamente, fingían formas
de nave”.
Recomendamos ver: Revista de Temas Nicaragüenses
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